
Los 10 pueblos más bonitos de Navarra
Navarra, esa tierra de contrastes donde el Pirineo se funde con los campos dorados del sur, guarda en su interior una belleza discreta y poderosa. No necesita artificios para enamorar, porque su esencia está en lo auténtico: en los pueblos que resisten al paso del tiempo, en las tradiciones que se mantienen vivas y en paisajes que parecen pintados por la memoria.
Alejada de los focos del turismo masivo, Navarra se presenta como un refugio para quienes buscan algo más que una postal bonita. Aquí, cada rincón cuenta historias de reinos antiguos, de oficios heredados, de batallas y romerías, de silencios llenos de significado. Es una tierra que invita a caminar despacio, a mirar con atención, a dejarse llevar.
Recorrer los pueblos más bonitos de Navarra es hacer un viaje al corazón mismo de su identidad. Es pasear por calles empedradas que huelen a leña, cruzar puentes medievales sobre ríos cristalinos, descubrir plazas donde el tiempo parece haberse detenido. Desde el verdor de Ochagavía hasta el encanto señorial de Ujué, pasando por lugares que parecen sacados de un cuento como Artajona, Amaiur o Elizondo, cada pueblo ofrece una experiencia única.
Muchos de ellos forman parte de la red de «Los Pueblos más Bonitos de España», y no es casualidad. Porque en Navarra, la belleza no se impone: se descubre, se siente y se recuerda.
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Puente la Reina/Gares, uno de los pueblos más bonitos de Navarra.
Recuerda:
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Esta lista es solo una invitación. Navarra está llena de tesoros esperando ser descubiertos.
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Tómate tu tiempo. Cada pueblo es una historia, una tradición, un paisaje por sentir.
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Navarra no es solo para ver: es para saborear, escuchar y dejar que te cale hasta los huesos.
¡Ven a Navarra y déjate sorprender por la belleza de sus pueblos!
Pueblos más espectaculares de Navarra
Puente la Reina/Gares



Puente la Reina, atravesado por el Camino de Santiago, es una villa medieval de Navarra que conserva intacto el encanto de sus orígenes. Fundada a finales del siglo XI por iniciativa de Alfonso I el Batallador, surgió como punto de encuentro entre peregrinos, al unir a francos y locales junto al río Arga. Hoy, con unos 2.900 habitantes, es la capital de la comarca de Valdizarbe.
El pueblo se articula en torno a una calle principal, típica de las villas-camino, que atraviesa el casco histórico entre iglesias, torres y edificios con aleros tallados. El imponente puente románico sobre el río Arga, construido en el siglo XI, da nombre a la localidad y es uno de sus símbolos más reconocibles.
Entre sus monumentos más destacados se encuentran la Iglesia del Crucifijo, con su singular talla gótica en forma de «Y», y la Iglesia de Santiago, con su arco mozárabe y la imagen del Santiago Beltza. El recorrido por la Calle Mayor, el Portal de Suso, la Torre del Reloj y la Plaza Mena permite conocer la historia y el pulso cotidiano del pueblo.
Además, Puente la Reina ofrece atractivas rutas turísticas como la Ruta de las Fuentes o la Ruta de los Murales, ideales para conocer su entorno natural y su riqueza cultural. Las fiestas en honor a Santiago, el Festival de Jazz “Zubipean” o el mercado del pimiento completan una oferta que mezcla patrimonio, tradición y vida.
Lesaka



Lesaka, conocida cariñosamente como la “Pequeña Venecia” o la “Venecia de Navarra”, es uno de los pueblos con más encanto del norte navarro. Este apodo no es casual: sus calles adoquinadas están atravesadas por el río Onin, y nada menos que 20 puentes cruzan sus aguas, aportando un aire romántico y pintoresco que enamora a cada visitante.
Forma parte de la comarca de Bortziriak (las “Cinco Villas”), y destaca por su cuidada arquitectura tradicional, donde abundan casas señoriales, balcones floridos y detalles en piedra que hablan de siglos de historia. El entorno natural también impresiona: Lesaka está rodeada de montañas y verdes colinas que invitan al paseo y la contemplación.
Pese a su evolución en las últimas décadas, que la ha convertido en uno de los núcleos industriales más activos de la zona, Lesaka ha sabido conservar su carácter auténtico. Su casco urbano mantiene la esencia rural y ganadera que la definió durante generaciones, combinando la modernidad con un profundo respeto por la tradición.
Pasear por Lesaka es dejarse llevar por el sonido del río, cruzar puentes centenarios y descubrir rincones con alma. Un destino perfecto para quienes buscan naturaleza, arquitectura con identidad y una Navarra que late entre piedras y agua.
Etxalar



Etxalar, un pintoresco pueblo situado en el noreste de Navarra, en el valle de Cinco Villas, es un destino que destaca por su patrimonio y su relación íntima con la naturaleza. Rodeado de montes y bañado por un clima húmedo, Etxalar luce un verde permanente que enamora a quien lo visita.
Con unos 800 habitantes actuales, esta localidad fronteriza llegó a contar con casi 2000 a finales del siglo XIX, testimonio de su dinamismo histórico. Lo que más llama la atención al pasear por sus calles es la arquitectura tradicional, donde predominan las casas construidas en madera y piedra sillar, impecablemente cuidadas por sus habitantes. Cada rincón respira la esencia de un pueblo que ha sabido conservar su identidad.
Uno de sus mayores atractivos es la colección de estelas discoideas que se puede admirar en el jardín de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, un ejemplo de arte funerario tradicional vasco. Además, Etxalar es conocido por mantener viva la tradición de captura de palomas mediante redes en las Palomeras, especialmente durante el otoño, cuando esta práctica centenaria atrae a visitantes y curiosos.
El pequeño molino del Infierno y las historias de contrabando que se cuentan en sus calles y montes aportan un aire legendario a este rincón de Navarra. Etxalar es perfecto para quienes buscan turismo rural, senderismo por verdes parajes y una inmersión en la cultura y las costumbres del Pirineo navarro.
Roncal



Roncal, en el Pirineo navarro, es uno de esos pueblos que parecen surgidos de una postal. Rodeado de montañas y naturaleza, este enclave del Valle de Roncal conserva intacta la arquitectura y el carácter de los valles pirenaicos. Sus calles empedradas, casas de piedra con tejados inclinados y balcones floridos crean una atmósfera acogedora que invita al paseo y a la contemplación.
El casco histórico de Roncal alberga joyas como la Iglesia de San Esteban, de origen medieval, y el Mausoleo de Julián Gayarre, un impresionante monumento neoclásico dedicado al célebre tenor roncalés que triunfó en los principales teatros de Europa.
Más allá de su valor patrimonial, Roncal es una referencia para los amantes de la buena mesa. Su queso de denominación de origen Roncal, elaborado con leche cruda de oveja, es uno de los productos más emblemáticos de Navarra y una auténtica delicia para los paladares más exigentes.
Además, Roncal es punto de partida ideal para los amantes del senderismo y la naturaleza. Desde el pueblo parten rutas que recorren bosques, valles y cumbres, ofreciendo vistas espectaculares en cualquier época del año.
Con su mezcla de cultura, tradición y entorno natural, Roncal es un destino perfecto para quienes buscan desconectar en un lugar donde la historia se respira en cada rincón.
Artajona



Artajona, situada en el centro geográfico de Navarra, es uno de esos pueblos que transportan al visitante directamente a la Edad Media. Su perfil está dominado por el imponente Cerco de Artajona, una fortificación del siglo XI formada por gruesas murallas, nueve torres almenadas y un conjunto defensivo que todavía conserva su carácter original. Pasear por sus adarves es como recorrer siglos de historia en cada piedra.
En el interior del recinto destaca la iglesia-fortaleza de San Saturnino, construida en estilo gótico y pensada tanto para el culto como para la defensa. Desde su tejado almenado, se disfrutan vistas panorámicas del paisaje navarro que rodea el pueblo.
El casco antiguo de Artajona conserva calles empedradas, casas con escudos de armas y un ambiente sosegado que invita a descubrir el encanto rural de una villa que fue clave en la historia medieval del Reino de Navarra.
Pero la historia de Artajona no acaba en el Medievo. En sus alrededores se encuentran testimonios mucho más antiguos, como los Dólmenes del Portillo de Enériz y la Mina de Farangortea, vestigios prehistóricos que aportan un valor arqueológico excepcional a la visita.
Artajona es un destino ideal para quienes buscan una experiencia auténtica, donde la historia, la arquitectura y la arqueología se dan la mano en un entorno lleno de carácter y belleza.
Ujué



Ujué, encaramado sobre una colina en el corazón de Navarra, es uno de esos pueblos que conservan intacto su alma medieval. Un auténtico laberinto de calles empedradas, casas de piedra y rincones silenciosos, donde el tiempo parece haberse detenido.
Su emblema indiscutible es la iglesia-fortaleza de Santa María, una joya arquitectónica que fusiona el arte románico y gótico. Desde sus murallas, se contemplan espectaculares vistas panorámicas que alcanzan tanto los Pirineos como la Ribera navarra, reforzando la sensación de estar en un lugar privilegiado.
Ujué es también un pueblo cargado de leyendas y devoción, destino de numerosas romerías y paseos de fe. Pero más allá de su riqueza espiritual, destaca también por su patrimonio gastronómico: las famosas almendras garrapiñadas y el cordero al horno de leña son dos de los manjares que atraen a visitantes año tras año.
Rodeado de un entorno natural sereno y bellísimo, Ujué invita al paseo tranquilo, al descubrimiento sin prisas, a la contemplación. Es un destino ideal para quienes buscan historia, autenticidad y paisajes inolvidables en una misma experiencia.
Con su atmósfera genuina y su belleza intacta, Ujué representa uno de los rincones más especiales de Navarra, y una visita obligada para los amantes de los pueblos con alma.
Viana



A escasos kilómetros de Logroño, en la comarca de Estella Occidental, se alza Viana, un pueblo navarro con alma jacobea. Su estratégica ubicación en pleno Camino de Santiago y su riqueza monumental lo convierten en una parada imprescindible tanto para peregrinos como para viajeros curiosos.
Viana conserva parte de su antiguo conjunto amurallado del siglo XIII, declarado conjunto histórico-artístico en 1992. Pasear por sus calles es recorrer siglos de historia reflejados en iglesias, plazas y edificios señoriales.
Entre sus principales atractivos destaca la Iglesia de Santa María, un magnífico templo gótico con un retablo mayor que cautiva por su riqueza artística. También sobresalen las ruinas de San Pedro, un templo cisterciense del siglo XIII que fue el primero construido en la villa y hoy conserva un encanto melancólico y evocador.
La Plaza de los Fueros alberga el Ayuntamiento, un edificio de estilo barroco francés que impone con su fachada sobria. Muy cerca, en la Plaza del Coso, el Balcón de Toros, sostenido por soportales del siglo XVII, es otro rincón emblemático. Completan la visita la Casa de Cultura, antiguo hospital de peregrinos, y el Hipogeo de Longar, una tumba megalítica que recuerda la ocupación prehistórica de la zona.
Para los amantes de la naturaleza, el entorno de San Martín de Tidón ofrece vistas panorámicas, y el embalse de Las Cañas es perfecto para paseos tranquilos entre aves y humedales.
Viana es un destino que fusiona historia, patrimonio y paisajes con una personalidad vibrante y acogedora.
Sangüesa



Sangüesa, situada a orillas del río Aragón, es una de las joyas históricas de Navarra. Con un legado monumental admirable y una ubicación estratégica en la ruta del Camino de Santiago, esta villa medieval es un destino imprescindible para quienes buscan arte, cultura y naturaleza en un mismo lugar.
Su símbolo más reconocido es la iglesia de Santa María la Real, una obra cumbre del románico navarro declarada Monumento Nacional. Su espectacular portada, llena de detalles escultóricos, es considerada una de las más bellas de todo el arte medieval hispano.
Caminar por las calles de Sangüesa es como recorrer un libro de historia al aire libre. El casco histórico conserva numerosos palacios renacentistas, casonas señoriales y edificios cargados de tradición que reflejan su antiguo esplendor como villa de paso y comercio.
Más allá del arte y la arquitectura, el entorno natural también tiene un papel destacado. A pocos kilómetros, la impresionante Foz de Lumbier ofrece un paisaje de cañones y senderos excavados entre acantilados, ideales para disfrutar de la naturaleza y el senderismo.
Las fiestas populares, como las celebraciones patronales o las jornadas medievales, completan una oferta que aúna lo mejor de la Navarra histórica y festiva.
Sangüesa es, en definitiva, un lugar donde el pasado se respira en cada rincón, y donde la cultura y el paisaje conviven con armonía. Perfecta para una escapada que deje huella.
Estella-Lizarra



Estella, conocida como “la Toledo del norte”, es uno de los pueblos más monumentales y con mayor encanto de Navarra. Su estratégica ubicación en pleno Camino de Santiago hizo de esta villa medieval un punto clave de encuentro entre culturas, reyes y peregrinos durante siglos.
El rico patrimonio histórico de Estella se manifiesta en construcciones tan destacadas como el Palacio de los Reyes de Navarra, una joya del románico civil, o la iglesia de San Pedro de la Rúa, con su magnífico claustro románico y su escalinata monumental. Los puentes medievales que cruzan el río Ega completan la postal de esta ciudad llena de historia.
Pasear por Estella es sumergirse en un entramado de calles empedradas, plazas llenas de vida y casas señoriales que conservan la esencia de épocas pasadas. Su dinamismo cultural se refleja también en celebraciones como la Semana Medieval, donde el casco antiguo se transforma en un auténtico mercado del Medievo.
La ciudad también es un referente gastronómico, con productos locales que combinan la tradición navarra con influencias del Camino. Y para quienes buscan naturaleza, los alrededores de Estella ofrecen rutas de senderismo y paisajes espectaculares, ideales para disfrutar del aire libre.
Estella es, en definitiva, un destino que enamora por su mezcla de arte, cultura, historia y entorno natural. Un lugar que invita a volver.
Otsagabia
Enclavado en el Pirineo navarro, Otsagabia (también conocido como Ochagavía) es uno de los pueblos con más encanto del norte de Navarra. Su imagen de postal, con calles empedradas, puentes medievales y casas tradicionales de piedra con tejados de pizarra, transporta al visitante a otro tiempo.
Este pueblo se extiende a orillas del río Anduña, que cruza su casco urbano aportando frescura y un sonido que acompaña el paseo. La imponente iglesia de San Juan Bautista, con su silueta sobria y su historia, destaca entre los tejados y completa un conjunto arquitectónico de gran valor.
Pero si algo define a Otsagabia es su relación con la naturaleza. El municipio es la puerta de entrada a la Selva de Irati, uno de los mayores y mejor conservados hayedos-abetales de Europa. Sus bosques infinitos, rutas de senderismo y colores cambiantes lo convierten en un destino ideal para quienes buscan desconectar del mundo y reconectar con el paisaje.
Además de su belleza natural, Otsagabia mantiene vivas sus tradiciones, costumbres y festividades, siendo ejemplo de identidad cultural pirenaica. El ambiente tranquilo, la hospitalidad de sus gentes y la armonía entre lo rural y lo natural hacen de este pueblo un lugar inolvidable.
Otsagabia es mucho más que un lugar bonito: es un rincón auténtico donde historia, cultura y naturaleza se funden con total armonía.
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